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Daniel Fermín

Venezolano, Sociólogo, Activista, Editor

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Tag / Diálogo

13/09/201909/05/2020 by Daniel Fermín

Nacionalizar el diálogo para destrancar el juego

  • Opinión y Análisis
  • Artículos, Democracia, Destacado, Diálogo, Venezuela
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Que en Venezuela gobierno y oposición lleven veinte años sin hablarse puede parecernos de lo más normal. No lo es, y las consecuencias van mucho más allá del toma-y-dame partidista. El precio de una dinámica en la que el presidente no les habla a los gobernadores que no son suyos, los gobernadores dejan por fuera a alcaldes contrarios y los alcaldes no toman en cuenta a los consejos comunales y vecinos organizados que no les son incondicionales solo lo paga el pueblo. Ni hablar del poder Legislativo, en el que la aplanadora, primero, y el paralelismo, después, sirvieron para demoler la instancia natural de debate e intercambio de las ideas y los programas políticos. Todo esto es obra de la polarización extrema que reina en Venezuela desde hace ya dos décadas. El “quién empezó” es irrelevante a estas alturas, cuando las consecuencias para la integración social ponen en riesgo la idea misma de Nación.

Nos han querido dividir en bandos. Nos hablan de territorios y zonas de un lado y del otro. Son veinte años en una dinámica destructiva, demencial, en la que la condición de conciudadanos ha quedado enterrada muy debajo de banderas partidistas, identitarias y de clase social. Quizás lo peor es que los actores políticos creen que se la están comiendo, que ese es el camino, dicen unos, para consolidar el proyecto bolivariano y, otros, para hacerle frente al autoritarismo. Pero si van veinte años de lo mismo, es sensato decir que por ahí no es, ni para lo uno ni para lo otro, y que le han hecho un daño gravísimo al país.

La polarización no apareció de la nada ni es un fenómeno espontáneo. Se trata, en cambio, de un fenómeno construido en concierto por dos élites que no representan la diversidad que existe en Venezuela. El esquema polarizado les ha sido útil para la exclusión, la cooptación y la supresión del disenso. Así, el que no coge línea es un traidor, es la “derecha endógena” y el “colaboracionismo”.

En medio de la crisis más aguda de nuestra historia, las dos élites lograron sentarse. Lamentablemente, al día de hoy pareciera que tanto Oslo como Barbados fracasaron. Aunque lo aplaudan las gradas amotinadas a cada extremo, el fracaso del diálogo significa el fracaso de todo el país.

El último año ha sido particularmente conflictivo. Luego de pedir incesantemente el adelanto de las elecciones presidenciales, la oposición oficial, encarnada en el autodenominado G4 del cogollo de lo que fue la MUD y ahora es el Frente Amplio, se abstuvo de participar en la jornada del 20 de mayo del año pasado. Claro está que el adelanto de las elecciones correspondió, en parte, a una estrategia del gobierno para agarrar a sus adversarios fuera de base, sin candidato definido ni estrategia, con organizaciones débiles y en algunos casos ilegalizadas. Funcionó. Esa oposición, en lugar de crecerse ante el reto electoral, el único en el que ha sido capaz de derrotar al oficialismo, cedió ante el chantaje del extremismo (al que ahora en buena medida denuncian) y el temor irracional a la histeria de las redes sociales.

Así, apostaron a la abstención con una promesa clara: “no votes y Maduro se va”. Sin matices, sin asteriscos, la oferta era simple, demasiado simple para lo complejo de la situación: si no votas la elección será ilegítima, como será ilegítimo quien salga electo, y la comunidad internacional, los militares y el pueblo tendrán a Maduro haciendo maletas al día siguiente. Vale recordar que el argumento de la “ilegitimidad” ya lo habían esgrimido, los mismos, en 2005, con lo que permitieron el avance más brutal y franco del proyecto chavista en una Asamblea monocromática. No estaba ni frío el muerto de 2005 cuando esos mismos que promovieron la abstención y que le entregaron todo el poder a Chávez eran candidatos a alcaldías, gobernaciones y diputaciones (también luego a la presidencia), sin que mediara rectificación alguna ni reconocimiento alguno del fracaso de una estrategia que sonaría perfecta en los salones de los asesores de escritorio pero que dejó a la democracia venezolana contra las cuerdas.

Casi año y medio después de esta nueva propuesta abstencionista, queda claro que fue una estafa, una oferta engañosa. Los motivos oficiales de los promotores de la abstención se basaron en objeciones al CNE, el mismo con el que se ganaron, antes, las elecciones a la Asamblea Nacional y durante, las de alcaldías y gobernaciones opositoras en Chacao, Baruta, El Hatillo, Táchira, Zulia, Anzoátegui y Nueva Esparta. Los motivos menos visibles fueron los que dominaron la decisión: la mezquindad, el “si no soy yo que no sea nadie”, la subordinación del interés nacional al partidista, particular y corporativo, y hasta visos de discriminación de una élite que no pudo tragarse un candidato que ni se parecía físicamente a ellos ni asistió a los mismos colegios, campamentos, clubes sociales, matrimonios ni salones que ellos frecuentaban.

Cuando uno pregunta si funcionó la abstención, algunos responden con viejas frases trilladas: “Sí, porque desenmascaró al régimen y logró el apoyo de 50 países”. Vale desempacar esa respuesta porque 1) la careta autoritaria se le ha caído al régimen en demasiadas oportunidades y el argumento ha sido esgrimido ad nauseam (¿Cuántas caretas pueden caérsele ya a esta gente?) y 2) el apoyo de los 50 países, en primer lugar, no logró lo que se prometió: la salida inmediata de Maduro y, en segundo lugar, porque queda claro que el apoyo a Guaidó no se tradujo en un apoyo a los miles de venezolanos que hoy malviven en las fronteras de los países “amigos” que no han hecho sino levantar muros en la forma de visas y demás requerimientos para evitar tener que lidiar con los venezolanos que son víctimas de esta tragedia. ¡Ojalá esos 50 países apoyaran a los venezolanos lo que dicen apoyar a Guaidó!

No había otro resultado posible a la estafa de la abstención que una descomunal resaca colectiva. Es un ratón que se manifiesta en la desesperanza y el éxodo, en el descrédito del liderazgo y en el justo reclamo de antiguos socios por las promesas incumplidas y las expectativas imposibles de enero, a quienes hoy desprecian llamándolos radicales y extremistas cuando fueron agarrados de la mano a la hora de meternos en este paquete. Prometieron y no cumplieron. Peor, prometieron y sabían que no iban a cumplir. El juego era otro.

Ante la calle ciega, pasaron de la inacción a la insurrección y llegaron al colmo de pedir que militares extranjeros invadieran el país para matar venezolanos. Todo, con tal de que les hicieran la diligencia que ellos, muy ocupados en DC como para ir a Machiques y muy entretenidos en Bogotá como para ir al encuentro de los venezolanos en Las Adjuntas, no estaban dispuestos a hacer. Es de una indignidad absoluta la propuesta de una intervención militar extranjera. Resulta imposible imaginar a Betancourt, Machado, Villalba, Prieto, Andrés Eloy o Caldera en esa actitud bochornosa y antivenezolana. En paralelo, instigaron sanciones económicas muy distintas a las que la administración de Obama había establecido, que eran sanciones personales contra funcionarios involucrados en violaciones a los Derechos Humanos y en casos de narcotráfico. Estas sanciones, en cambio, son contra Venezuela, y la oposición oficial las aplaude detrás del convencimiento de que, en lugar de resolver la crisis, lo que procede es agravarla para que Maduro termine de perder el poco apoyo que le queda y se vaya. Los únicos que han pagado realmente las sanciones, y por ende los únicos realmente sancionados, han sido los venezolanos. No hay narrativa que pueda contra el choque de la realidad: no se puede comerciar con Venezuela ni con empresas venezolanas (las pocas que siguen apostando al país), no hay líneas de crédito. Siguen sin explicar cómo es que el hecho de que no haya vuelos directos Venezuela-Estados Unidos o el de que no haya pelota en Venezuela sirven para “tumbar” a Maduro.

Lo que nos trae de vuelta al diálogo. Que Dominicana, Barbados y Oslo fracasaron es mala noticia para todos los venezolanos. Fueron experiencias extrañas, turbias. Los venezolanos nunca nos enteramos de qué se discutía ahí mientras los dialogantes nos mareaban con argumentos “expertos” que buscaban justificar el secreto sumario de aquellos convites. También fue una experiencia penosa, la de que el liderazgo venezolano tuviese que reunirse en otros países, tutelado por niñeras extranjeras, porque no son capaces de sentarse en el Palacio Federal Legislativo ni en cualquier otro espacio nacional. Pero, hay que decirlo, la instancia del diálogo no es lo que fracasó, fracasaron estos diálogos, estos dialogantes, esta agenda, o falta de. Para los demócratas el diálogo nunca se agota. Por eso, ante el fracaso de Oslo y Barbados, urge replantear el diálogo e impulsar otro esquema para buscar acuerdos que nos permitan salir de esta situación tan terrible. “¿Otro diálogo más?”, reclaman algunos. ¡Todos los que sean necesarios!, respondemos, cuando la alternativa es masacrarnos, como hicimos todo el siglo XIX, o que todo siga su curso hacia la disolución de la Nación y la desintegración de la sociedad venezolana. Que muchos vean el diálogo como sinónimo de capitulación dice mucho de la nocividad de la polarización en la socialización política de las últimas dos décadas.

El país no aguanta y lo único que ve es lo que ha visto estos veinte años: la peleadera, la conflictividad, la confrontación, la insultadera, que si tú eres un narcocorrupto y tú eres un lamebotas del imperio. Todo hecho a la medida de la polarización promovida por las dos élites, que se nutre de ese tumor infeliz revestido de “valentía” para hacer lo que mejor sabe hacer, de nuevo: excluir, cooptar y suprimir el disenso, mientras consolidan poder, posiciones y privilegios a costa de la destrucción de Venezuela.

Ante el engaño de la propuesta que prometió salir de Maduro el 21 de mayo de 2018 y el fracaso de los diálogos en el extranjero, procede nacionalizar el diálogo para destrancar el juego. Solo haciendo política con seriedad y respeto, solo poniendo los intereses de Venezuela por encima de cualquier otro, podremos superar esta crisis sin precedentes y sacar al país adelante. Eso vale la pena y es más grande que los orgullos heridos de quienes se rehúsan a admitir que no solo le mintieron al país, sino que fracasaron en su cometido, tanto los que nos metieron en la abstención como quienes encarnaron un proyecto continuista que se agotó y dejó al pueblo guindando.

Necesitamos un diálogo de verdad, que no se limite a un show en cadena ni a cónclaves secretos, con una agenda abierta, transparente y concreta para que el país participe, lo nutra con sus pareceres y no lo desestime como otra instancia más de políticos tomando café cordialmente afuera mientras se caen a gritos frente a los micrófonos locales. Una agenda concreta para la reinstitucionalización del país, designando un nuevo Consejo Nacional Electoral que genere confianza en los ciudadanos, normalizando la función parlamentaria, retomando la Constitución que pisotean las dos élites todos los días para cumplir, entre otras cosas, con la representación proporcional que heriría de muerte a la polarización que promueve este sistema y que nos ha metido en esto, liberando a los presos políticos que nunca debieron estar ni un día tras las rejas. Y concreta, también, en reivindicaciones que alivien de inmediato el sufrimiento de los venezolanos: dolarizar formalmente el salario para que sea digno y acabar con los controles de precio y bonos que el gobierno lanza como si se tratase del Kino, establecer un programa no clientelar de intercambio de petróleo por alimentos y medicinas, con control independiente del gobierno, en el que se destinen 150.000 barriles de petróleo diarios de uso exclusivo y no discrecional.

Todo eso vale la pena. Lo otro es seguir en lo mismo, veinte años más quizás, mientras Venezuela sucumbe a la desintegración y al abismo. No lo permitamos. Nacionalicemos el diálogo para destrancar el juego. ¡Por Venezuela!  

 

 

 

 

09/12/2016 by Daniel Fermín

Advierten que el país está en peor situación que cuando se instaló la mesa de diálogo

  • Noticias
  • Diálogo, El Nacional, Noticias, Venezuela
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José Gregorio Mesa, El Nacional. 3 de diciembre de 2016

Gobierno y oposición se sentaron a negociar el pasado 30 de octubre. En esa primera reunión se conformaron cuatro comisiones: paz, respeto al Estado de derecho y a la soberanía nacional; verdad, justicia y derechos humanos, reparación de víctimas y reconciliación; económico-social y generación de confianza y cronograma electoral, para adelantar temas en los que se podría llegar a acuerdos.

Abogados, economistas, médicos, sociólogos y especialistas en materia electoral coinciden en que de esa fecha al día hoy la situación es más grave y los eventuales resultados de la mesa de diálogo no dan razones para el optimismo.

Para el abogado Fernando Luis Egaña, ex ministro de la Secretaría de la Presidencia en el segundo mandato de Rafael Caldera, el país está en peor situación que cuando se instaló la mesa de diálogo. “Peor en todos los aspectos. En el político, sin consultas electorales a la vista. En lo económico-social con el agravamiento del caos, sobre todo el cambiario, el inflacionario y el salarial. La hegemonía que representa Nicolás Maduro sigue haciendo lo que le da la gana y los vituperios contra los críticos continúan como si nada. Y encima, ahora amenazan con establecer intervenciones adicionales a las redes sociales”.

A su juicio no hay que ser un experto en la materia, “para darse cuenta que el supuesto diálogo no se corresponde con ninguna expectativa positiva, sino que está ayudando a la hegemonía a ganar tiempo para tratar de mantenerse en el poder, por las malas o las peores”.

1.Reparación de víctimas y reconciliación

Poco significativo en cuanto a resultados es lo logrado en la mesa de diálogo en torno a derechos humanos y liberación de presos políticos, según José Vicente Haro, abogado constitucionalista y especialista en la materia. “No ha habido avances porque el gobierno no tiene la voluntad política  de realizar liberaciones a partir de esa comisión. Lo que se hizo fue porque le interesaba sentar a los representantes de la oposición, que no se hiciera el juicio político del presidente ni se marchara a Miraflores”.

Detalla que en concreto hubo seis excarcelaciones: Andrés Moreno, Carlos Melo, Coromoto Rodríguez, Andrés León, Marcos Trejo y Rosmit Montilla, aunque en régimen de libertad condicional con medidas cautelares. “Si lo comparamos con el número de presos políticos que hay en Venezuela hay que terminar diciendo que ha habido pocos resultados, además que se han seguido produciendo detenciones arbitrarias y violaciones, incluso poniendo en prisión a personal médico de hospitales por recibir ayuda humanitaria”.

Alerta que en la comisión no han logrado ningún acuerdo para la liberación de los presos políticos. “No hay un documento suscrito entre gobierno y oposición que hable sobre esto”.

2. Economía y abastecimiento de alimentos

Anabella Abadi, economista y analista de entorno y gestión pública, cree que la crisis que atraviesa Venezuela se profundiza con cada día que pasa. “Si bien las medidas necesarias para reactivar el aparato productivo nacional están claramente identificadas, el gobierno ha decidido mantener y perfeccionar sus fallidas políticas de control y planificación central”. Asegura que es preocupante que se tiendan a implementar medidas graduales, inoportunas y de corto plazo, ignorando sus consecuencias negativas. “Aunque se oyen anuncios de llegada de productos navideños, las colas se mantienen y muchos de los precios son impagables para el venezolano promedio. Además, intentar llenar los anaqueles con productos caros no resuelve los problemas de fondo. El repunte del paralelo, dada nuestra alta dependencia a las importaciones, complica aún más la situación”, asevera la economista, quien además advierte que el venezolano come cada vez menos. “Es una realidad que se mantuvo en los últimos 30 días y me atrevo a decir que se ha agudizado”.

Reitera que el país necesita una reforma económica integral “y con cada día que pasa el tiempo esperado de recuperación se prolonga”.

3. Canal humanitario

Para María Yanes, ex presidenta de la Red de Sociedades Científicas Médicas Venezolanas,no ha habido cambios con respecto a la crisis humanitaria. “La situación ha empeorado. No se garantiza el derecho a la salud ni a la vida, y no se permite que con la ayuda de otros este derecho se mantenga y se respete. Es una doble acción de indolencia y de falta de humanidad. Nos estamos enfrentando a enfermedades ya erradicadas como la difteria, y no se garantizan los tratamientos”.

El psiquiatra y ex presidente de la Federación Médica Venezolana, Jesús Méndez Quijada, apunta que en las semanas de diálogo el país ha desmejorado. “En el campo de los hechos, no hay razones para que se haya producido un cambio, excepto para empeorar lo que ya existía”. Entiende que no hay razones para pensar que el avance en las negociaciones podría haber resuelto la crisis humanitaria. “Sin cambios auténticos, que el gobierno no parece dispuesto a hacer porque no reconoce su propia responsabilidad en los resultados, lo único razonablemente previsible es lo que se ha obtenido: hoy estamos peor. Pero no por el diálogo sino porque el proceso en curso no puede tener un resultado distinto”.

4. Generación de confianza y cronograma electoral

“En la población había temor y decepción, pero mucha energía y disposición al cambio. La gente estaba dispuesta a ser protagonista. No cabe duda que ahora estamos bastante mal”, afirma Héctor Briceño, jefe del área sociopolítica del Centro de Estudios del Desarrollo, de la UCV.

Señala que un balance da resultados decepcionantes, aunque considera que las promesas que se hicieron están orientadas en la dirección correcta. Destaca que lo fundamental está en la elección de los nuevos rectores del CNE, ya que eso destrancará el juego en todos los aspectos. La deuda pendiente pasa además por el reconocimiento a la Asamblea Nacional, el cronograma y la convocatoria a elecciones regionales, y lo relativo a las elecciones en Amazonas.

Para Briceño lo que hay es una gran incertidumbre. “Este proceso debe ser refrendado por la convocatoria a unas elecciones generales, con un marco mínimo de constitucionalidad, o a un referéndum revocatorio. En todo caso es la propuesta que tendría más apoyo porque daría protagonismo al ciudadano”.

 “En materia electoral el país está peor que al momento de sentarse en la mesa de diálogo”, dice Daniel Fermín, sociólogo y editor de la revista Polítika UCAB. “Los derechos políticos de los venezolanos están suspendidos, en especial el derecho al sufragio, que tanto esfuerzo, cárcel y sangre costó a toda una generación de venezolanos”.

Subraya que se está lejos de tener un panorama electoral claro, dada la discrecionalidad con que se maneja el CNE. “No hay garantías que el año entrante se realicen las elecciones pendientes a pesar de los anuncios, dada la progresiva autocratización del gobierno, que al perder competitividad deja de considerar las elecciones como un recurso útil”. Advierte sobre la forma cómo el comité de postulaciones conformado por la Asamblea para elegir a los nuevos rectores del poder electoral repiten las mismas prácticas aplicadas por el chavismo al postular candidatos ligados a los partidos de oposición.

Para Fermín el diálogo no ha servido para restablecer reglas claras que sirvan de arreglo institucional para resolver las diferencias y buscar salida pacífica, electoral, democrática y constitucional a la crisis. “En lo electoral el juego luce trancado mientras crece la desesperanza entre la ciudadanía”.


Publicado en El Nacional el 3 de diciembre de 2016.

30/11/201609/05/2020 by Daniel Fermín

Diálogo sin resultados

  • Opinión y Análisis
  • Artículos, Democracia, Diálogo, Editoriales, Venezuela
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editorial1

¿Qué fue del diálogo? Pasan los días y los venezolanos no lo tenemos muy claro. Lo que en principio generó expectativas como una instancia para la tramitación del cambio político y la vuelta a la Constitución pronto se vio develada como un espacio para la promoción de la estabilización del país y la cohabitación. Hoy no se sabe bien qué es, en una dinámica poco seria en la que tras comunicados conjuntos en ambiente de tregua, cada lado desmerita los compromisos para lucir como el “ganador” ante sus barras.

El gobierno acusa a la oposición de querer abandonar la mesa de diálogo. El presidente Maduro llegó al punto de declarar que no permitiría que la oposición se levantara. Diputados oficialistas acusan a la MUD de trabar los acuerdos. Son, ante la comunidad internacional y el departamento de lo que suena bonito, los campeones del entendimiento y la paz nacional.

En la oposición la cosa no es muy distinta. Voceros de la MUD han dicho que el gobierno se paró de la mesa de diálogo tras la condena a los sobrinos de la primera dama por narcotráfico en Estados Unidos. Acusan al gobierno de incumplir los acuerdos. Destacan que el gobierno ha engañado al Papa y exigen a Rodríguez Zapatero hacer cumplir lo acordado. Después de colocar plazos, ahora dicen que es inconveniente hablar de fechas para ver los resultados del diálogo. Insisten, como insisten en el PSUV, en agotar la instancia y juran que lo que no se ha hecho es por culpa del bando contrario.

¿Y los venezolanos? La gente, cuando más necesita de certezas, anda de su cuenta, desorientada. No sabe bien qué se habla allí, por qué no hay resultados. Muchos nunca se hicieron ilusiones con el diálogo, pero muchos sí: pensaron que abriría las puertas del cambio, que por lo bajito ayudaría a resolver los problemas más duros, los de la escasez de comida y medicamentos. Pero nada. Ni cambio político ni mejora de la situación. La tregua que se da arriba en la mesa, maltrecha y todo, no se materializa en la calle. La crisis no da tregua y la gente apuesta por seguir sobreviviendo sin prestarle demasiada atención a lo que va quedando como una conversación ajena, de unos tipos también ajenos, que poco o nada tienen que ver con lo que la gente  padece día a día en las ciudades y poblados del país…

Nadie dice que el diálogo es malo, pero la gente quiere resultados. Es justo reconocer que, tras el aluvión de críticas, sectores de la MUD han planteado retomar la agenda de movilización popular. En ese sentido, hemos visto protestas por la escasez de medicinas, por la situación de los jubilados y pensionados. Son protestas sociales sin dejar de ser políticas, y eso es justamente lo que les da mayor efectividad. Retomar la protesta legítima de calle es, sin duda, un paso en la dirección correcta.

¿Y el diálogo? Ninguna de las dos partes se quiere parar primero, hacerlo es quedar mal ante la visita. Pero no es cierto que las dos partes ganen lo mismo permaneciendo sentadas en una mesa que no da resultados. Para el gobierno, la mesa inerte significa estabilidad, dejar pasar, ganar tiempo, correr la arruga. Significa ganar. Para la oposición, todo lo contrario: seguir allí, en los términos actuales, en los que no se respetan los acuerdos y no se le ve el queso a la tostada, es perder incluso legitimidad y apoyo de sus bases. No se puede seguir allí solo para no quedar mal con los invitados, solo para no ser el que se paró primero. Hay un país que espera resultados, que quiere respuestas, y al que el liderazgo político debe dar la cara, siempre la cara, no la espalda.


Publicado en PolítiKa UCAB el 25 de noviembre de 2016.

19/11/201609/05/2020 by Daniel Fermín

¿Esto es lo que hay?

  • Opinión y Análisis
  • Artículos, Crisis, Democracia, Diálogo, Editoriales, PolítiKaUCAB, Venezuela
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editorial133

“La Revolución Bolivariana es la única capaz de garantizar la paz en Venezuela”. La frase es del diputado Diosdado Cabello, pero la idea ha estado en el centro del discurso oficialista desde los días de Hugo Chávez, y es replicada frecuentemente por el presidente Nicolás Maduro. Es un tercio apelación al orden, producto de la naturaleza militar y militarista del proyecto chavista, y dos tercios amenaza. Sin nosotros, el caos. El problema es que el caos nos gobierna, a pesar de -o a propósito de- las pretensiones oficiales.

La frase levanta de inmediato una inquietud: ¿Cuál paz? ¿La de los miles de muertos víctimas de la violencia criminal? ¿La de los colectivos armados? ¿La del lenguaje de odio? Esta idea/chantaje de la indispensabilidad del chavismo ha permeado a la acera contraria. En la oposición oficial, ante la crítica por el manejo del proceso de diálogo con el gobierno, las respuestas han asumido un tono agresivo, a la defensiva. “Hablen menos y hagan más”, replican unos dirigentes. “No es momento de atacar a los nuestros”, defienden los opinadores más alineados. Mientras, los venezolanos intentamos sobrevivir a la peor crisis de la historia contemporánea, con la moneda devaluada, compatriotas hurgando en la basura para poder comer, niños muriendo de desnutrición y los derechos humanos, civiles y políticos de la población coartados. ¿Esto es lo que hay? ¿Y el derecho a pataleo? ¿Y el reclamo legítimo de quienes no se sienten representados?

La semana pasada insistimos en la importancia de que el liderazgo político asuma una postura democrática ante la crítica. Aún no conocíamos el contenido de los últimos acuerdos del diálogo, que hicieron llover más críticas, de nuevo, algunas justas, otras no tanto, sobre las partes, en especial sobre la oposición. La reacción fue cerrar filas en torno a la dirigencia. “Nosotros o la nada”, es un mensaje que suena demasiado parecido al que sale de las filas rojas.

Los venezolanos tenemos el legítimo derecho a quejarnos, a estar inconformes, a querer algo mejor. Eso aplica a nuestra economía, a nuestros servicios públicos, a nuestro gobierno y sí, también a nuestra oposición. Esto es especialmente cierto en estos tiempos de aguda crisis. Lo peor que puede suceder, cuando existe también una crisis de representación política en todo el mundo, es que el liderazgo se ensimisme, se cierre al reclamo ciudadano y termine representando, no a la gente, sino a agendas particulares desconectadas del sentir popular.

Esto no es nuevo. Lo vemos en la gestión: la polarización ha hecho que interpelar a funcionarios electos sea “inconveniente” si se pertenece a su misma tendencia política. Florecen explicaciones convertidas en excusas y viceversa: no hay presupuesto, eso no le toca a él, no seas injusto. Lo que no florece es la cualidad responsiva que todo gobierno debe tener ante el público que, en democracia, es el soberano.

Los venezolanos merecemos más que el “esto es lo que hay”, que el “bueno, hazlo tú”, que el mandato a callar. La unidad es esencial para lograr el cambio, pero esa unidad debe construirse con la gente, no bajarse como línea inconsulta. Nuestra inconformidad es el combustible del cambio. Del cambio no sólo de caras sino de una manera de hacer política y de llevar las riendas de lo público que han sumido a Venezuela en este desastre. El liderazgo político debe tomar en cuenta que la urgencia de la situación exige mayor respuesta, una que sea transparente, humilde, pedagógica, y que obedezca al anhelo popular que reclama cambio y no cohabitación, agudización y no enfriamiento. El “esto es lo que hay”, sostenido por la polarización, tiene sus límites. Rebasarlos puede abrir la puerta a una nueva configuración de lo político, a oportunidades para que actores distintos asuman la batuta del reclamo popular, pero también, en estos momentos críticos, sienta las bases para la consolidación del statu quo y, con ella, las del agravamiento de una crisis que golpea inclementemente y sin descanso a todos los venezolanos.


Publicado en PolítiKa UCAB el 18 de noviembre de 2016.

05/11/201609/05/2020 by Daniel Fermín

Diálogo, ¿Para qué?

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editorial

Venezuela observa hoy, con desconfianza y extrañeza, cómo factores del gobierno y de la oposición se sientan a explorar un diálogo. Esto llega en los momentos más álgidos de la conflictividad política, en medio de la supresión de los derechos políticos de los venezolanos mediante la suspensión de las elecciones regionales y del proceso de activación del referendo revocatorio, y de una contraofensiva de la oposición en dos planos: el institucional, a través de tres Acuerdos que buscan abonar el cambio político desde la Asamblea Nacional, y el de la protesta de calle, que ha logrado articular la participación de decenas de miles de venezolanos en defensa de sus derechos.

En Venezuela es noticia que el gobierno y la oposición hablen. Así de maltrecha está nuestra institucionalidad democrática. Y en medio de la desconfianza, acentuada por torpezas comunicacionales y tratos opacos, los venezolanos se preguntan hacia dónde va todo esto.

Cabe preguntarse, también, para qué es el diálogo. Aquí hay que recordar el punto de partida de la escalada del conflicto: las violaciones reiteradas a la Constitución por parte del régimen de Nicolás Maduro. Si de allí partimos, entonces la respuesta es, o debería ser, clara: diálogo para restituir la Constitución y, porque la realidad del país lo hace imperioso, diálogo para abrir paso a las rectificaciones que permitan aliviar la crisis económica y humanitaria. Un tercer propósito, claramente en la agenda opositora y minimizado en la oficial, es el del diálogo para preparar el terreno para una transición. Sin embargo, no dejan de estar presentes otras opciones, con representantes de carne y hueso: el diálogo para la convivencia con el régimen y, peor aun, el diálogo para el co-gobierno (llamado en algunos círculos “gobierno de unidad nacional”) son opciones arriesgadas, peligrosísimas, de cuya inconveniencia en este tipo de lógica sobran ejemplos históricos. Basta voltear la mirada a Zimbabue para constatar que esa no puede ser la finalidad del diálogo…

No deja de ser absurdo que tengan que venir al país tres ex presidentes de la región y un enviado del Papa para restituir los derechos constitucionales. Se agradece la preocupación de la comunidad internacional, pero queda el sabor de que se está luchando por derechos básicos que el gobierno no tendría por qué tener como rehenes para la negociación.

Si las alternativas son el diálogo o la violencia, por supuesto que la apuesta debe ser por el diálogo. Pero el diálogo debe potenciar a los factores críticos, no paralizarlos, menos dividirlos. Para esto, es fundamental no desmovilizar. Con instituciones cooptadas por y subordinadas al Ejecutivo, la protesta de calle representa el único poder real de la oposición.

Si mantener la presión de calle resulta necesario, también lo es la transparencia en el manejo del mensaje. En tiempos en los que los medios de comunicación tradicionales no informan de manera veraz ni oportuna, la percepción de la ciudadanía se forma cada vez más a partir de noticias fragmentadas y vocerías particulares. Las partes sentadas en la mesa de diálogo y en sus distintas mesas de trabajo deben, pues, hacer el máximo esfuerzo por comunicar de la manera más precisa los avances, y por qué no, también las trabas, de este proceso con la mayor transparencia a un pueblo que, como mencionábamos la semana pasada, lejos de ser espectador aspira a ser protagonista de las decisiones que se tomen y de los cambios que ocurran.


Publicado en PolítiKa UCAB el 4 de noviembre de 2016.

01/11/2016 by Daniel Fermín

Presencia de Maduro en la mesa de diálogo suma más desconfianza, señalan expertos

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El presidente Nicolás Maduro apareció -como dijo que lo haría- en el primer encuentro formal entre el Gobierno y la oposición este 30 de octubre. Entró a la sala acompañado por la primera dama y ocupó el centro de la mesa para dar su consentimiento.

“A la MUD le tiendo la mano. Yo asumo el compromiso más profundo con este proceso de diálogo”, expresó en su breve, pero simbólica declaración en el museo Alejandro Otero donde se llevó a cabo la reunión privada.

Su presencia en la mesa fue rápida, pero tuvo un efecto mediático que “suma mayor desconfianza al proceso de negociación”, opinó el sociólogo y analista político Daniel Fermín.

“Si la gente percibe que Maduro es el jefe de esta reunión aumenta la desconfianza. El Presidente asumió un papel que no le corresponde porque es una de las partes involucradas y no debió tener ese perfil que tuvo ayer”, señaló.

El experto subrayó que la MUD debe minimizar sus debilidades comunicacionales siendo transparente para demostrar a las bases de oposición que el diálogo “es una manera de elevar, en otra instancia, el reclamo”.

“El tipo de regímenes como el de Maduro suele ir a la negociación con una postura táctica que no tiene un compromiso a largo plazo, sino que busca permanecer en el poder para intentar reagruparse. No veo probable que la agenda de negociación incluya la salida de Maduro”, apuntó.

Horas después de que se produjera el histórico encuentro, las organizaciones como Voluntad Popular, Alianza Bravo Pueblo y Copei ratificaron la marcha hacia Miraflores.

Ante este panorama, Fermín afirmó que la única herramienta real que tiene la oposición es la calle. “Las instituciones están absolutamente subordinadas por el Ejecutivo. La única ventaja competitiva que tiene la MUD es la calle, no la puede abandonar. Si lo hace, serán otros los que convoquen a la calle porque la gente se desborda cuando todas las demás salidas se trancan”.

El politólogo Leonardo Morales rescató que el Vaticano atendió el llamado y asumió un papel activo como mediador. “Esta reunión es importante porque da pie a que comiencen a negociar. Es la única salida que queda luego de que, por decisiones sorprendentes de tribunales que no les competen la materia electoral, suspendieran el proceso del revocatorio”, afirmó.

Morales resaltó que la efectividad del diálogo dependerá de la madurez política de las partes. “Esto no puede ser visto como una lucha de ganar o perder todo, ambas partes tienen que estar dispuestas a ceder para que se concreten los puntos de la agenda”.


Publicado en Efecto Cocuyo el 31 de octubre de 2016

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