
La Palma
110 – 24 de septiembre de 2020
Mi comentario de hoy
Se reserva el derecho de admisión: conservadurismo, exclusión y oposición
Nada voy a comentar en esta entrega sobre el vergonzoso pedido de intervención militar que hizo ayer el diputado Guaidó, en una puesta en escena diseñada para sugerir, metiendo el embuste, que hablaba ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Y no lo haré porque, justamente, se inscribe en lo que escribí ayer: que en este «tiempo extra» intentarán toda clase de aventuras para hacer en 70 días lo que no hicieron en dos años… así que hablemos de algo disitnto.
Quizás no haya grupo más ardido por la propuesta incluyente y de reconciliación que hemos trazado que los conservadores. Ese grupo, que ha dominado la oposición oficial desde hace veinte años -y que la ha llevado de fracaso en fracaso sin rectificación- pone el grito en el cielo cada vez que reacciona ante nuestras banderas. Y es que no hay de otra. ¿Qué más van a decir si tenemos proyectos completamente distintos? El nuestro: de lucha por los de abajo, de nuevo, de inclusión y reconciliación, de participación amplia de las bases, de corte popular. El suyo: de exclusión, expresamente de élites, de dejar todo como está y cuidarle los privilegios a unos pocos.
No hay que darse mala vida por eso, es lo más normal del mundo. Hoy no hacen sino reafirmar el que ha sido su grito de guerra durante veinte años: «se reserva el derecho de admisión». Por eso, insisten, hay una oposición «de verdad», y una «de mentira»; hay una gente «decente», generalmente muy homogéneos entre sí, pertenecientes a la misma clase, egresados de los mismos colegios, con la misma tez; y otra «sospechosa», por no contar con los atributos mencionados.
Se afincan, estos grupos, en el sectarismo. Su lema es el de Doña Florinda: «no te juntes con esa chusma». Sólo ellos cuentan, como también escribimos hace algunos meses. No saben de argumentos ni de razones; lo suyo es la bilis y el rechazo automático a todo lo que no implique bajarles la cabeza, decirles «sí, mi señor». No reparan en el hecho de que el 80% de descontento no se traduce en apoyo a su causa y por eso han hecho creer que Venezuela es un cúmulo de seres ciegos, sordos, brutos, que «no entienden» y «no despiertan». Darían su reino por ser de cualquier otra parte, les avergüenza ser venezolanos.
Y aunque la mayoría son conservadores, también a aquellos que antes hablaban de progresismo y a los que corrieron a inscribirse en la Internacional Socialista, el verdadero eje que los define no es el de izquierda-derecha, sino el de inclusión-exclusión. En la exclusión, son los campeones.
Así como reservan el derecho de admisión a lo que creen que es un club exclusivo, la oposición, lo harían en el gobierno. Se mimetizan, de este modo, en lo que dicen combatir, porque lo que les molesta del chavismo no son sus formas sino el hecho de que no son ellos aplicándolas.
Un cambio para bien no se logra reservando el derecho de admisión, no se logra con la exclusión, sino con todo lo contrario: la inclusión, la participación de todas y de todos, el concurso del común. Y en eso andamos, sin darnos mala vida por los chantajes de quienes miran a los venezolanos por encima del hombro. Y en eso seguiremos: promoviendo el encuentro, rompiendo las cadenas no sólo de la polarización sino también del sectarismo, de la política del cogollo y la rosca, de la falsa superioridad moral. Es nuestra convicción asumir la reconstrucción de una Venezuela en la que quepamos todas y todos, en la que nadie sea «menos» por su origen ni por sus ideas. Y ellos, que se queden con su letrerito que reserva el derecho de admisión a un club al que cada vez menos gente quiere entrar.
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La polarización extrema ha significado la cooptación de los principales medios de comunicación. La Palma es un espacio que ofrece una visión crítica detrás de algunos de los principales titulares diarios, en un formato sucinto.
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