
La Palma
085 – 16 de julio de 2020
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La polarización extrema ha significado la cooptación de los principales medios de comunicación. Este espacio ofrece una visión crítica detrás de algunos de los principales titulares diarios, en un formato sucinto.
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Mi comentario de hoy
Ana Karina Rote, pero ‘mandibuleao’
Que si ellos participan son elecciones, y si no, una «farsa». Que si ellos se sientan con el gobierno es diálogo, y si no, «conchupancia». Que si ellos son «la» oposición, los demás «satélites» del gobierno.
Sólo ellos son gente, un grito mandibuleado en una versión sifrina de aquel Ana Karina Rote de los Caribes.
La suya es una visión estrecha, decididamente de élites, que aborrece la participación popular («la gente no entiende eso», me tocó escuchar en reuniones y reuniones cuando todavía nos parecíamos en algo y reclamaba por mayor participación de los ciudadanos en las decisiones).
Con ellos, todo. Sin ellos, nada. Y la cosa permea a sus «influencers», que hacen el reclamo por ellos, a sus tuiteros y analistas. Y es normal, que un sector reclame y enarbole sus banderas. Pero eso no los satisface: su pretensión es ser la única voz, el único reclamo. Han pretendido monopolizar el descontento, meter la trampa aritmética según la cual 80% de rechazo al gobierno implica 80% de apoyo a su causa. Y han fracasado. El país sigue disconforme, sin hallarse entre dos opciones que ven lejanas y divorciadas de sus problemas.
Y en la medida que la realidad se impone, ensayan otras fórmulas, siempre poniendo por delante que sólo ellos son gente. En sus bases de apoyo asoman, por ejemplo, el voto nulo, que en realidad esconde un deseo, aguas abajo, de participar, truncado y frustrado por un liderazgo que los considera apenas como espectadores pasivos de la voluntad de tres o cuatro que, a su vez, reciben, reverentes, instrucciones de otros lares.
El país es más grande que un grupito, por más que el grupito se crea -y pretenda que lo creamos- el único que existe o el único que cuenta. También es más grande que el conflicto entre el grupito y la otra élite, sentadota en su montaña de privilegios y de abuso de poder. Venezuela es mucho más que la división artificial entre «buenos» y «malos», en la que ambos grupos se creen los «buenos» y acusan al contrario de ser el «malo».
Nosotros reclamamos nuestro derecho a existir, a luchar, a proponer nuestras tesis sin creernos los únicos, pero sin subordinarnos a nadie ni a ningún grupito que decidió, por un inventado privilegio adscrito, que ellos y sólo ellos son el país. Aquí contamos todos, y con esa convicción nos lanzamos a construir una propuesta popular para la Nación, que no discrimina ni pretende emitir certificados de pureza, que no tiene en su diccionario las palabras venganza ni retaliación, que tiene clara la urgencia de reparar el lazo y la integración social para revitalizar la democracia, no «después», sino desde ya. En eso creemos, y en eso estamos.
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