
La Palma
116 – 26 de octubre de 2020
Mi comentario de hoy
El espanto conservador
En algún lugar escribí, no recuerdo dónde ni cuándo, que al final del día el chavismo iba a terminar siendo el partero de la derecha más reaccionaria que haya tenido Venezuela. Atribuyámoslo al “péndulo” o a las heridas y experiencias traumáticas de estos veinte años en los que un grupo, en nombre de la izquierda, arrasó con el país. El hecho es que, efectivamente, hoy se ha atrincherado el conservadurismo, que intenta erigir una plataforma política para sus ideas, persiguiendo el éxito que les es esquivo políticamente desde la llegada de la democracia el siglo pasado.
Por supuesto, no lo hace abiertamente. Son conservadores quienes se dicen “liberales”. También lo son muchos de los que se dicen de “centro”, e incluso muchos de quienes se dicen “socialdemócratas”. Ser conservador es una raya que no están todavía dispuestos a portar con orgullo en este país nuestro, aunque el conservadurismo destile de cada declaración, postura, crítica y propuesta que hacen. Y, por supuesto, no hay en el debate de sus ideas políticas mucho de debate, ni mucho de ideas políticas, sino que se reducen a la superficialidad y a un dogmatismo que, también, es superficial. Al final no representan, al menos hoy, más que un cúmulo de eslóganes al caletre, sin profundidad, sin elaboración, sin programa.
Pero allí están, con Ayn Rand de fondo de pantalla de la computadora y Ronald Reagan en el del celular. Y hoy andan espantados viendo como el pueblo, ese que ven como un cúmulo de individuos “ignorantes”, el mismo que según ellos evidencia el error de la democracia y demuestra la supuesta superioridad de su modelo dizque “republicano”, les dice “a otro perro con ese hueso” y se abraza a otras alternativas populares.
Creen que Venezuela es el ombligo político del mundo y, por ende, se venden como los gurús de la sabiduría. A cuenta de qué, no lo sabemos, pues lo que recetan afuera no lo han logrado aplicar con éxito adentro. Pero, “vienen del futuro”, insisten, a advertirle a los países del mundo los peligros de todo lo que huela a inclusión, a solidaridad, a igualdad, a derechos para todas y todos, a cambio, a progreso. A todo lo que implique ver al ser humano como algo más que una mercancía.
Se trata del espanto de un grupo que se siente cómodo y seguro a la derecha, que llega al absurdo de ver la política mundial en términos de la lucha de «chavismo contra oposición» que ha desatado la polarización política extrema en nuestro país en los últimos veinte años. Así, han desarrollado una aversión no sólo a las elecciones, que demuestran en su militante postura abstencionista, sino a la democracia. Se hacen eco de teorías de conspiración para denunciar alianzas globales, perversas, para acabar con occidente, con la familia, con todo lo sagrado. Para ellos está prohibido criticar al capitalismo, para ellos es perfecto. La desigualdad no es sólo normal sino deseable. Lo mismo con la injusticia. «La vida es así, trabaja y echa pa’lante», dicen quienes nacieron en tercera base pero juran que batearon un triple.
Por eso andan con un rosario en la mano cuando ven lo que pasa en Argentina, en Bolivia, en Chile, hasta en España. Incluso se lanzan contra el Papa, el jefe de la organización más conservadora del mundo, a quien en su ignorancia llaman ‘comunista’. Con toda seguridad habrían estado en contra del Concilio Vaticano II. No hay que hurgar demasiado para leer mensajes de quienes, desde esas trincheras, todavía lamentan la reivindicación que significó el voto para la mujer.
No es verdad que hay una lucha global, existencial, entre buenos y malos. Menos verdad es que haya que escoger, en esa lucha, por estar del lado de los Trump, de los Duque, de los Bolsonaro y de las Añez, por no decir los Pinochet, los Pérez Jiménez, los Franco que hoy son reivindicados por viejos y nuevos militantes de la derecha, o de lo que creen que es la derecha.
La verdad es que le tienen pavor al cambio, a ese cambio que requieren nuestros pueblos y que resulta imposible desde la comodidad del status quo, desde el recetario de quienes reclaman que les dejen todo como está, no importa si el mundo se cae a pedazos alrededor de sus privilegios y de su confort. Les aterra tanto el cambio que lo resisten aun cuando el status quo reproduzca todo lo que dicen adversar.
No estamos ante una derecha seria, estudiosa de los problemas, democrática. Lo que hay es esta derecha conservadora superficial y autoritaria, supremacista, segregacionista y de falsa superioridad moral. La lucha por la democracia venezolana pasará por combatir el autoritarismo que comparten en plácidos sueños autócratas de izquierda y de derecha, a quienes los une el desprecio por la democracia y por las causas del común.
Nosotros acompañamos el reclamo de cambio para bien guiados por los valores de las luchas emancipatorias, la inclusión, la igualdad, la solidaridad y la participación popular y democrática. Sin medias tintas, sin amilanarnos en el chantaje del espanto conservador que pone el grito en el cielo con las reivindicaciones de las mayorías mientras mira a otro lado ante el fracaso social y económico de su propuesta agotada, de las injusticias y del signo autoritario que las alimenta.
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La polarización extrema ha significado la cooptación de los principales medios de comunicación. La Palma es un espacio que ofrece una visión crítica detrás de algunos de los principales titulares diarios, en un formato sucinto.
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