
La Palma
074 – 17 de junio de 2020
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La polarización extrema ha significado la cooptación de los principales medios de comunicación. Este espacio ofrece una visión crítica detrás de algunos de los principales titulares diarios, en un formato sucinto.
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Mi comentario de hoy
Continuidad administrativa: ¿»Mala» antes, «buena» ahora?
El despelote de los últimos dos días es muestra de lo difícil que es la ruta de la reinstitucionalización y la democratización de Venezuela. El gobierno aprovecha tensiones existentes en el seno de varios partidos de oposición para explotarlas en su beneficio. Sin sorpresas. Las elecciones parlamentarias, que la Constitución prevé para este año, pueden ser una válvula de escape al conflicto político pero, precisamente por eso, reciben dardos de ambos polos que se alimentan de la confrontación y el status quo.
El gobierno, por un lado, simula interés en promover la participación electoral. Y apenas lo simula porque, sabe, su impopularidad no le permitiría ser mayoría en la Asamblea en una elección con amplia convocatoria y participación. De aquí a diciembre meterá casquillo, sembrará cizaña, para que el grueso de la población descontenta diga «yo no me presto para eso».
El nuevo CNE, que de entrada pinta mejor que el anterior, seguramente podrá avanzar en garantías que satisfagan a la mayoría de los actores políticos sin mayor resistencia. Después de todo, no hace falta el ventajismo ni la trampa cuando se cuenta con la abstención. La abstención, desde ya promovida nuevamente por algunos sectores a pesar del fracaso de su oferta en 2018, hace las veces de la trampa para favorecer al gobierno.
Y es que el ‘interinato’ pareciera haberse decidido ya por reeditar la estrategia fallida de la inacción y el abandono de la política, que redunda en el abandono de la gente, de sus reclamos, deseos y esperanzas. En defensa del status quo, de su status quo y los privilegios que le han acompañado, los sectores del ‘interinato’ ya anuncian que desconocerán «a priori» los resultados de la elección parlamentaria.
Más aun, esgrimen la tesis de la «continuidad administrativa» para proponer una Asamblea, ya no interina, sino eterna, infinita, a pesar de que la Constitución establece claramente su mandato para 2016-2021. Demasiados intereses de por medio, demasiados privilegios creados y demasiada plata rodando. Todo pareciera valer más que el deseo de cambio y la voluntad popular.
Parafraseando al ex presidente del parlamento, «de coherencia no se van a morir». En 2013, el hoy ‘procurador’ del interinato in partibus escribía tajantemente para Prodavinci que «tal tesis» -la de la continuidad administrativa- «no es constitucional». Pero lo que hasta ayer era «malo» hoy es «bueno». A eso nos tienen acostumbrados.
Nadie niega, aunque difiera en extremo del camino del atajo, de la tutela y entrega a factores extranjeros, de la indigna pedidera de intervención militar extranjera, de las sanciones contra el pueblo para agravar la crisis, que los sectores del llamado G4 han emprendido una lucha contra el gobierno, aunque la mayoría de las veces esta termine, torpemente (un intrigante diría «seguro que a propósito») favoreciendo a Maduro. Pero al colocar sus privilegios por encima del interés de los venezolanos, al plantear una extensión del status quo que hoy seca a Venezuela en la inercia del conflicto mientras empeora la situación del país en todos los sentidos, se equivocan al punto de la crueldad.
Ante el agobio de las noticias de los últimos días, con conflictos partidistas que van desde AD hasta Tupamaro, pasando por PJ; la judialización innecesaria y espanta-votos de la política partidista; el clima de crispación cada vez mayor; ah, y en medio de una pandemia que amenaza la vida misma de los venezolanos, no queda sino ver la película grande: este año hay elecciones. Las elecciones siempre -siempre- representan una oportunidad para darle la voz a los venezolanos y que sea el pueblo quien decida el camino a seguir, porque seguir como vamos es insoportable. Canalizar las demandas ciudadanas en una propuesta legislativa seria, venezolanista, popular, solidaria y democrática es prioridad de primer orden. Hacia allá irán nuestros esfuerzos, combatiendo las distracciones reales e inventadas, los sabotajes a la participación popular que vienen del gobierno y del G4, los conflictos de la polarización y los de la política pequeña para, de la mano con la gente, con el pueblo que padece hoy aturdido esta tragedia, cambiar a pulso el rumbo de Venezuela.
No será fácil, pero es imperativo lograrlo. Ese es hoy nuestro compromiso.
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