
La Palma
026 – 8 de abril de 2020
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La polarización extrema ha significado la cooptación de los principales medios de comunicación. Este espacio ofrece una visión crítica detrás de algunos de los principales titulares diarios, en un formato sucinto.
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Titulares y mi comentario de hoy
-Venezuela sin gasolina
En la Venezuela de la OPEP, de PDVSA, de las mayores reservas petroleras del mundo, no hay gasolina. La escasez de gasolina es una metáfora dramática de la situación del país: de la destrucción de PDVSA, de la corrupción de los días buchones, de la guerra sin cuartel entre elites políticas que llevó, primero, a la partidización de la gallina de los huevos de oro por parte del chavismo y, luego, siguiendo la misma lógica de autoflagelación de las guarimbas y la abstención, a la promoción de sanciones contra los venezolanos por parte del G4, en su intento por derrocar al gobierno.
Hoy, los que llevaron a la ruina de PDVSA arguyen que para qué se necesita gasolina en una cuarentena. La respuesta es obvia: para atender emergencias, para garantizar el suministro y la labor de los trabajadores esenciales. Hasta para calmar los nervios de un país que hoy los tiene de punta. Para dar un semblante de estabilidad en medio del caos.
Por su parte, los que solicitan sanciones, sanciones y más sanciones como manera de procurar el aumento del descontento contra el gobierno (jurando, equivocadamente, que lo pueden capitalizar sin hacer el trabajo político), denuncian la escasez de gasolina como si no fuera su culpa también, como si no tuvieran una mano en la merma de la producción y el comercio de petróleo venezolano y sus derivados.
Dramática metáfora, que muestra, una vez más, cómo en la pelea entre las élites y en el ‘sesudo’ juego geopolítico, pierde el venezolano común. Y no gana nadie.
La CEPAL se suma al llamado del Secretario General de la ONU a suspender las sanciones contra Venezuela para afrontar la crisis del coronavirus, mientras los venezolanos pasan horas haciendo colas en las bombas de gasolina, haciendo frente a la indignación de la corrupción, de los vivos de siempre, de los que se colean y le «pasan algo» a los militares y bomberos, y perpetúan la división entre los privilegiados y las inmensas mayorías.
Una metáfora que dibuja las dimensiones del reto que tenemos los venezolanos para recuperar lo nuestro, en el sentido de lo compartido, de lo que representó por muchos años Petróleos de Venezuela y la promesa rota de una sociedad con la que se pactó, hace muchos años, que un país petrolero no podía cobrar precios de mercado a sus ciudadanos.
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