
La Palma
102 – 24 de agosto de 2020
Mi comentario de hoy
Más vale tarde que nunca
La frustración llevó al engaño. Y no era para menos. Hace unos años, el desespero de los venezolanos producto de un país destartalado y de una crisis sin precedentes llevó a muchísimas personas a abrazar la tesis de la abstención. Después de todo, les habían dicho que no votar bastaba, que la abstención produciría una crisis de legitimidad que terminaría con Maduro fuera de Miraflores al día siguiente de las elecciones, acorralado por la entelequia que llamaron la «comunidad internacional» y por presiones internas. Fue una estafa. Engañaron al país, le mintieron a los venezolanos.
Sin embargo, quienes propusieron aquella engañifa permanecieron allí, con el teflón que les dio ese desespero de una sociedad harta, hambrienta de un cambio urgente. Así, llegamos a aquel 23 de enero, en el cual la lectura creativa de la Constitución -e intereses inconfesables- llevaron a la autoproclamación de un ‘presidente’ que nadie eligió y de otra calle ciega para las esperanzas de los venezolanos. Si en 2018 la propuesta abstencionista pareció haber olvidado la torta de 2005, en 2019 se demostró que no aprendieron nada del Carmonazo de 2002.
Lo advertimos desde el primer día, con los costos que asumen quienes ponen sus convicciones por encima de sus conveniencias. Fue una crucifixión. Pero seguimos, sin amilanarnos, no sólo advirtiendo la estafa, sino proponiendo un camino distinto: el entendimiento entre los venezolanos, no el exterminio del contrario; el valor del voto, no la resignación de la inacción. Seguimos, convencidos de que Venezuela no podía saltar por el barranco de la mano de una conducción errática más interesada en sus privilegios que en el bienestar de los venezolanos y la salud de nuestra democracia.
Adelantando a este mediados de 2020, las cosas han cambiado. Si bien sigue intacta la pretensión de las cabezas del ‘interinato’ de desconocer al otro, de castigar a la disidencia y de llevarnos por el camino de la nada, tímidas voces comienzan a decir «ya basta».
En concreto, empiezan a decir «ya basta» de lo que a todas luces no ha funcionado: la abstención, las sanciones contra los venezolanos, la soberbia de una dirigencia autosuficiente.
Las elecciones parlamentarias de este año, establecidas en la Constitución, han puesto sobre la mesa el debate sobre qué logró -y qué no logró- el salto al vacío de la abstención. La Conferencia Episcopal de Venezuela, pretendido mediador pero en realidad aliado del grupo que nos metió en este paquete, hizo un llamado fuerte de atención a los suyos a través de un comunicado que, por supuesto, cada quién interpretó a su medida. Y apenas ayer vimos las consecuencias: el dos veces candidato unitario de la oposición dejó de pasar agachado -su postura habitual- y dijo «no más», al menos por ahora. No deja de ser impresionante la ascendencia de la Iglesia sobre un sector conservador del país. Y digo del país, porque incluso en el chavismo hay quien le coge línea a los curas. Este país nuestro, tan liberal que se cree, tan conservador que realmente es.
Luego, ante el anuncio de más sanciones -esta vez limitando la importación del diesel que es vital para el transporte de alimentos- muchos ciudadanos comienzan a protestar lo que llevamos años protestando: que las sanciones sólo perjudican al pueblo, que es una operación de asfixia contra la gente, que no afecta a la élite gobernante ni a su contraparte en el exilio, que parte de una tesis absurda, desmentida por la realidad, según la cual agravar la crisis hará que la gente se amotine y saque a Maduro, haciéndole el trabajo a una élite incapaz de hacerlo ella misma con su liderazgo. Ahora falta convencer a los «aliados» internacionales que con sus sanciones no le hacen ningún favor a los venezolanos, sino todo lo contrario, los asfixian mientras que Maduro sigue fresquito.
A eso se le agrega la pantomima de la consulta de yo-con-yo planteada por el diputado que encabeza el ‘interinato’. Una simulación de participación, de esa en la que no creen por su soberbia autosuficiencia, les salió el tiro por la culata y les dijeron «conmigo no cuenten».
Hemos sido coherentes en nuestro reclamo desde el primer día. El tiempo nos ha dado la razón. No es un «yo te lo dije», de esos que no sirven para nada. No tenían que haber pasado dos, tres años, perdidos mientras la gente padece. Y falta. Pero, como dicen, más vale tarde que nunca.
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La polarización extrema ha significado la cooptación de los principales medios de comunicación. La Palma es un espacio que ofrece una visión crítica detrás de algunos de los principales titulares diarios, en un formato sucinto.
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