La Palma |Polarización y cambios de paradigma

La Palma

100 – 18 de agosto de 2020

Mi comentario de hoy

Polarización y cambios de paradigma

Venezuela lleva veinte años inmersa en una polarización extrema que, aunque es política en su naturaleza, afecta todas las demás áreas de la vida social. Muy lejos están recuerdos, en realidad no tan lejanos, de cómo solía ser la vida política y social: el acuerdo tácito entre gobierno y oposición, por ejemplo, de asignar a la oposición el cargo de Contralor; o la posibilidad de disfrutar de un evento cultural, musical o deportivo sin primero revisar si el artista, el director o el atleta es de uno u otro bando político.

En veinte años, se han reforzado una serie de ideas en el imaginario colectivo y muchas de ellas las asumimos de manera inconsciente, «natural». Pero, si está claro que reconstruir una mejor democracia pasa por desmontar el andamiaje nocivo de la polarización, debemos entonces, también, impulsar cambios en los paradigmas que dominan nuestra manera encarar la realidad.

En estas breves líneas, nombraré apenas cinco de esos cambios que, como lo veo, son necesarios para «pasarnos el suiche» y superar la mentalidad polarizada que mantiene a Venezuela en un ciclo de repetición infinito.

1. Sólo hay dos bandos, o el «ellos contra nosotros» y el «buenos contra malos».

Venezuela es mucho más diversa que la división artificial que proponen las élites polarizadas. No es verdad que sólo hay dos bandos, como tampoco es verdad que un bando es el de los «buenos» y el otro es el de los «malos». La retórica polarizada, que insiste en una lucha entre el bien y el mal en la cual, por supuesto, ambos lados afirman encarnar el bien contra las pretensiones diabólicas de sus «enemigos», no tiene asidero en la realidad.

Nuestra polarización, aunque ha permeado y permea a todos los niveles, es fundamentalmente un asunto de élites. Pero el país no cabe en la estrechez de un planteamiento que sobrevive y se reproduce sólo en la medida en que plantea la ficción de una sociedad dividida en dos únicos toletes.

De modo que el cambio de paradigma, aquí, es de la visión de dos bandos enfrentados a una que pase por el reconocimiento de la diversidad y el pluralismo realmente existentes en la sociedad.

2. «La» oposición vs. las oposiciones

Es normal simplificar, bien sea en aras del reportaje periodístico o del recurso analítico. Sin embargo, cuando se habla de «la» oposición, como se ha hecho durante veinte largos años, no sólo se está simplificando sino que se está distorsionando la realidad del país.

No existe «la» oposición, como no existe tampoco «la» sociedad civil. Existen, en cambio, las oposiciones. Y es natural que ante un gobierno tan malo como el actual, sean diversos los actores que se le opongan. Hoy la mayoría de Venezuela está en oposición al gobierno, pero eso no quiere decir que conforme un grupo único ni homogéneo. El planteamiento contrario sólo sirve para «meter por el carril» a los disidentes de un grupo que pretende ejercer una hegemonía política para monopolizar el descontento. Han fracasado en los resultados, como demuestran los estudios de opinión que evidencian que el 80% de rechazo al gobierno no se ha traducido, ni de lejos, en 80% de apoyo a «la» pretendida oposición.

Los grupos políticos y sociales que hacen oposición al oficialismo (que, por cierto, tampoco es monolítico) son diversos en lo ideológico, en lo programático, en lo estratégico, por no hablar de lo demográfico, de lo socioeconómico.

No es de gratis, sino dado el empuje de sectores opositores disidentes, que ya los medios empiezan, aunque tímidamente, a hablar de la oposición oficial, o de la oposición «mainstream», para referirse a la que antes se pretendía LA oposición. Es un avance.

El cambio de paradigma aquí es pasar de la visión estrecha que sólo considera a un grupo pequeño como los dueños de «la» oposición, a una que amplíe la mirada sobre la diversidad de intereses, posturas, representaciones que existen de verdad entre las oposiciones. No se trata de un tema semántico, sino de uno que incide de manera directa en el análisis y en su validez.

3. Autoritarismo vs. democracia.

El cuento sobre Venezuela se echa muy fácil: hay un gobierno autoritario y una oposición democrática que lucha por deponerlo. Ojalá fuera así de fácil. El hecho es que ese cuento está mal echado e incompleto.

No todos quienes militan en el oficialismo profesan el autoritarismo, así como no todos en la oposición son demócratas ni tienen un proyecto democrático para Venezuela. Esto resulta evidente, tanto en las acciones de sectores que han promovido la exclusión, los golpes de estado, las invasiones armadas, como en el discurso de sectores -a veces los mismos, a veces otros- en las redes sociales que claman por una «dictadura republicana» y demás eufemismos que buscan, no el tránsito a la democracia, sino la sustitución de un modelo de dominación por otro.

De modo que, aquí, el cambio de paradigma es el de sustituir la narrativa de «autoritarismo vs. democracia» por una que considere en su justa medida la coexistencia de varios proyectos autoritarios y democráticos a ambos lados del espectro polarizado.

4. La presión institucionalizada vs. el escándalo y la implosión

No es de gratis que los venezolanos han perdido la fe en las instituciones. La erosión institucional de Venezuela ha sido patente en los últimos 25 años. Se han desdibujado las fronteras entre partido y Estado, las instituciones se han mostrado impermeables al reclamo ciudadano, y la separación de poderes, que nunca fue más que una ilusión irrealizada, hoy pende apenas de un hilo casi imperceptible.

Pero ha sido la polarización política la que ha potenciado los efectos negativos de esta desinstitucionalización. Retroalimentada por las consideraciones anteriores, ha llevado a la desconexión entre el reclamo, la denuncia y los canales institucionales. También al abandono de la política reivindicativa, que ha sido sustituida por el grito y el escándalo.

La mentalidad del «todo o nada», inherente a la polarización, priva la implosión sobre la presión.

El cambio de paradigma, en este punto, está en dar asidero institucional al reclamo, a privilegiar la presión sobre la implosión y la política sobre el show. El abandono de los canales institucionales, aun en contextos autoritarios, o, precisamente, más aun en contextos autoritarios, es contraproducente. Más se avanza canalizando la presión en las instituciones, por maltrechas que estén, que a través de la política del grito en el desierto, que es buena para las gradas pero poco efectiva para traducir el reclamo en cambios genuinos.

5. Los profetas de la desesperanza vs. el discurso de alternativa y esperanza.

En ningún lado los políticos pueden ser profetas de la desesperanza, ni ante las más abyectas injusticias. Un líder no puede ser abanderado del discurso de rendición, de capitulación. Pero eso es precisamente lo que ha logrado la polarización política. De manera insólita, en el campo político venezolano se oyen voces que se regodean pintando a Venezuela como el peor país del mundo, como la peor desgracia de la humanidad; que dicen que no hay nada que hacer, que «solos no podemos».

El cambio de paradigma, en este último punto, es transitar de esa visión estrecha y contraproducente a una que llame a la esperanza, que se crezca ante las injusticias para dibujar el futuro posible y que se constituya como alternativa. Sólo así podremos romper el ciclo perverso de la polarización para avanzar en una visión de país que tenga por ejes la inclusión, la solidaridad y la posibilidad de lograr un cambio para bien, que no se limite a otros colores ni a otros rostros, sino que promueva una realidad distinta para millones de venezolanos que hoy padecen bajo la ignominia de la pobreza, de la desigualdad, del autoritarismo y, sí, de una polarización que no le ha traido nada bueno a Venezuela.

100

Este es el número 100 de La Palma. Concebí este espacio en marzo de este año como un aporte ante la estrechez analítica y la cooptación mediática promovidas por la polarización. Ha ido cambiando en forma y estilo, y seguramente seguirá haciéndolo de cara a las próximas 100 entregas, conservando lo improtante: una visión crítica detrás de los principales temas de interés colectivo.

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La polarización extrema ha significado la cooptación de los principales medios de comunicación. La Palma es un espacio que ofrece una visión crítica detrás de algunos de los principales titulares diarios, en un formato sucinto.

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